martes, 27 de julio de 2010

El folio en blanco

Recuerdo que hace años (ufs, bastantes ya) un profesor de la facultad nos había dicho que con el paso del tiempo a él le costaba cada vez más escribir, daba igual lo que fuera: una carta, un libro, una nota en la que dejarle un recado a alguien. Y yo pensaba ¡qué exagerado!. Hasta ese momento yo me había caracterizado por tener el "don" de ser capaz lo que fuera sin necesidad de planificar, hacer borradores, etc. Es más, ¿borradores? ¿qué era eso?. Las cosas las escribía a la primera (ni ordenador ni nada, directamente bolígrafo y papel), les echaba un vistazo por si me había comido algún acento y como mucho las pasaba a limpio. A pesar de esta aparente falta de planificación, los resultados generalmente eran bastante buenos (según mis profesores de literatura y lengua española), de hecho en más de una ocasión me pidieron permiso para publicar algunos de los comentarios o reflexiones que había hecho. He de aclarar que nunca me he dedicado a esto de escribir (eso lo dejo para mis amigos periodistas a quienes siempre he admirado por su capacidad de adaptarse a las circunstacias y realidades nuevas en cuestión de minutos), ni siquiera mis estudios o mi trabajo hoy en día tienen nada que ver con la literatura (bueno, a no ser que contemos los informes que he de redactar) por lo que seguramente a ojos de un experto todo aquello que escribía podría ser criticado con facilidad por falta de coherencia, o ideas mal expresadas. Pero para el nivel del que partía, aquello estaba bastante bien (falsa modestia).

Lo que yo no sabía es todo lo que iba a venir después. No soy una persona supersticiosa (o intento disimular mi superstición, no lo sé) pero hay cosas que intento evitar: los pensamientos del estilo "qué putada que..." o "eso es imposible..." Veamos ejemplos de lo que quiero decir:
  • Veo a una persona con un esparadrapo en la cara y pienso "jo, que putada tener que llevarlo en acontecimientos importantes" dos días más tarde me he abierto una brecha cuando mi trabajo es de cara al público, o antes de hacer las fotos de la orla de la graduación.
  • "Creo que tiraré el teléfono de tal, malo será que me llame después de tanto tiempo" Al día siguiente me llamará esa persona a la que no quiero ni ver en pintura, y evidentemente como no tenía el teléfono no pude indentificarlo.
  • "Desde luego, qué faena tiene que ser perder el avión por nada de tiempo" A los 15 minutos cuando llego al aeropuerto me dicen que mi vuelo se cerró a las 15.40 (y son las 15.41).
Ni que decir tiene que todo esto está basado en mis experiencias personales, motivo por el cual intento pensar siempre en positivo. Sin embargo a veces es inevitable, y la cagas (con persón de la expresión).
Pues bien, cuando mi profesor dijo que a él le costaba cada vez más escribir una nota, yo pensé "qué exagerado, a mi eso no me pasa". A partir de ahí todo se fue volviendo más complicado: exámenes que he suspendido por no llegar al mínimo de 180 palabras (yo tenía 178, aún ahora no me lo creo), tengo que reescribir las notas a mi jefa dos o tres veces (y sólo para decirle que la han llamado de tal sitio) y ayer.... ¡Ayer escribí una carta 5 vecesa la misma persona! Y aún así hoy la enviaré sin que acabe de convencerme. ¿Motivo?

Analizando el porqué de esta situación (escribir una carta a alguien que conoces debería de ser pan comido para mi) me he dado cuenta de que no depende de lo que tengas que contar, sino de la carga emocional o no, que vaya implícita en el mensaje. Ayer debía de contar lo mismo a 5 personas diferentes.

  • Persona 1: relación esporádica, nos caemos ni bien ni mal (relación algo aséptica) por lo que lo que tengo que decirle en 5 minutos y un folio, lo he finalizado.
  • Personas 2 y 3: relación algo más frecuente, amistad consolidada, estamos más o menos al día... en otros 5 minutos, listos.
  • Persona 4: relación de amistad con contacto poco frecuente por cuestiones que no vienen al caso, sin embargo me conoce hasta límites insospechados (a veces incluso termina describiéndome mis propios pensamientos, lo cual asusta). Mucho cariño después de los años... puede que me extienda más en las explicaciones y me deje llevar por la emoción... pero en 15 minutos su carta está lista.
  • Persona 5: la maldición se cierne sobre mi creatividad. Relación de amistad con altibajos (relación un tanto "bipolar"). Mi simpatía y dotes de comunicación brillan por su ausencia, mides comentarios, "la razón" se convierte en tu mayor crítica y tu peor enemiga, buscas el equilibrio entre lo aséptico y lo emotivo pero no lo alcanzas. 5 cartas más tarde (con sus correspondientes borradores) y muchas horas después... Te planteas si no sería mejor decir lo mismo en un post-it o simplemente no decir nada. Sin embargo soy increíblemente cabezota por lo que no importa lo que tarde, saldrá la carta. A las 3 de la madrugada la doy por finalizada (aunque confieso que el resultado no me agrada plenamente). Me niego a volver a redactarlo (aunque he soñado con el tema) y me prometo no volver a pensar que es imposible tener que reescribir una nota tantas veces.
Creo que por "burlarme"/sorprenderme de mi profesor, a veces Dios/Alá/Quien sea, me castiga. Y como no creo mucho en los fenómenos paranormales entonces extraigo otra conclusión:
Escribir por escribir no te lleva nada, hacerlo con el corazón son 10 minutos más, desde la razón es casi media vida. Y con esto, me voy a correos a sellar las cartas antes de que me arrepienta.
De verdad, compadezco a los escritores y entiendo el famoso miedo al folio en blanco. Si tengo que pasar por esto muy a menudo creo que acabaría condimentando las ensaladas con transilium en lugar de aceitunas.

jueves, 22 de julio de 2010

MLP

Creo que me he vuelto dependiente de ordenador. Es más, creo que mis ideas están condicionadas a permanecer en el tiempo sólo si tengo a mi lado un ordenador en el que teclear rápido lo que se me acaba de ocurrir o querré desarrollar. De lo contrario, desaparecerá.
Nota aclaratoria: y por paradójico que parezca, prometo (ya que mis padres me enseñaron a no jurar) que soy de esas personas a las que no les importa olvidarse el móvil en casa, que no me importa que se me sequen los pimientos de la granja durante un mes, que aún teniendo un ipod soy fan de la radio, y que la fase de adicción a los videojuegos la dejé a los 12 años.
El caso es que hoy me he dado cuenta de que me he vuelto una persona cómoda ("literariamente" hablando). Sin embargo esta regresión literaria ha dio apareciendo casi de manera imperceptible, pasando de escribir de manera compulsiva cartas de 3 folios "en mis tiempos jóvenes" a hoy verme incapaz de escribir una nota de 4 líneas porque la muñeca se me había agotado a la segunda palabra. Yo creo que todo empezó en la facultad el día que decidí que había tipos de bolígrafos con los que escribía más rápido (para muchos una manía mía), siguió con la pereza de ir a los exámenes (sí, llegué a repetir hasta 3 veces el mismo curso de la escuela de idiomas porque no me apetecía hacer la parte escrita del exámen, o porque una vez que me ponía a ello me enrollaba tanto que me pasaba en el número de palabras), hasta llegar el momento de no tomar notas mientras hago las entrevistas mientras lo memorizo para luego pasarlo a ordenador.

El problema de esto es que si bien mi memoria en cuestiones laborales es buena... en la vida real es un desastre. A veces me descubro por la calle fijándome en algún detalle inusual por el que digo "ummm, esto sería bueno para el blog". El caso es que cuando tengo tiempo para escribir (alguna noche) no recuerdo sobre qué iba a hacerlo. Creo que vagamente han pasado por mi mente en las últimas semanas las faenas de los controladores aéreos, la euforia del mundial y una reflexión sobre el último libro que he leído (cuyo final me ha mosqueado). En el momento en el que se me ocurre incluso el texto coge forma en mi mente... Pero como (afortunadamente) mis neuronas no están conectadas a un ordenador que transcriba lo que pienso, todo acaba en el olvido.

Los más prácticos me dirán ¿y por qué no lo apuntas en un papel?. Si, en algunos momentos lo he hecho, pero si no lo desarrollo justo ahí, después todo pierde fuerza. Es... como abrir una botella de champán, el primer "poc" sale con fuerza, pero si vuelves a meter el corcho en la botella para abrirlo una segunda vez no tendrá el mismo efecto.

Quién sabe, a lo mejor este sería un buen momento para empezar a hacer ejercicios para mejorar mi memoria a largo plazo (MLP), o a lo mejor todo volverá a la normalidad en cuanto coja vacaciones (tic-tac, contando el tiempo), --> lo cual me recuerda a su vez que tengo que empezar a desempolvar a mi otro yo www.abiertovacaciones.blogspot.com

martes, 6 de julio de 2010

Hipotecas en tiempos de crisis

No sé qué es preferible, si comprar un piso e hipotecar tu sueldo de por vida, o hipotecar tu vida. Lamentablemente esta es la última opción que me ha parecido vivir hoy.

No me gusta ser presa de los compromisos a largo plazo (ni a nivel personal ni laboralmente hablando). Suelo tener un plan de vida más o menos trazado a largo plazo, eso sí, pero por el camino voy haciendo pequeñas modificaciones en función de las metas que me voy poniendo a más corto plazo. Tengo la impresión de que si solo fijara mi vista en un objetivo a conseguir dentro de 40 años, vivía en una especie de desasoiego pensando que no doy avanzado. Así que mi objetivo hoy por hoy no es ir de un atracón a vivir a la China (metafóricamente hablando) sino ir estableciendo pequeñas estaciones por el camino, visitar Europa, y después si las cosas van bien pues ya nos meteremos en Asia. Si de aquí a China las cosas cambian, pues bueno, tampoco es grave, ya que habré ido haciendo pequeñas modificaciones en mi plan de viaje que me permitirán no obsesionarme con China y tener una alternativa.

Pues bien, hoy me he encontrado con una pequeña piedra en el camino entre mis deseos de evolucionar, y mis compromisos laborales. Me había planteado hacer un curso específico de formación con los mejores expertos a nivel nacional. Dicho curso me implicaba cruzarme parte de la península durante un año, pero bueno, era factible. Lo presenté a mis superiores, todo detallado, horas programadas, plan para compensar las horas que iba a faltar...
  • Respuesta verbal de mandameses: "se acercan tiempos difíciles y no puedes faltar tantos días, habrá más oportunidades. Y al fin y al cabo, ellos son buenos pero aquí también".
  • Pensamiento real de mandamases: "si claro, lo que todavía no sabes es que aquí no se va a ampliar el personal, vais a tener que currar el doble, y este curso está pensado para después hacer una selección e incorporar a los que sean mejores. No podemos permitir fugas de personal".
  • Mi respuesta verbal: no nos engañemos, sabemos que todos hacemos lo mismo pero ellos son una referencia.
  • Mi pensamiento real: evidentemente mi plan no es quedarme aquí de por vida, quiero evolucionar y claro que pienso en irme en algún momento. Sí, esta era una oportunida para preparme el camino fuera, seamos realistas.

Acto seguido sacaron de calendario, y a lo bobo a lo bobo tengo más o menos el calendario laboral cubierto hasta mayo. Todavía no he disfrutado de mis vacaciones de este año, aún no he visto el sol (bueno sí, por la ventana), he de sobrevivir a la locura de las rebajas, el síndrome postvacacional, los propósitos de año nuevo y muchas comidas familiares... estamos en julio de 2010, no sé lo que voy a comer mañana... y sin embargo ¡hoy he visto mi planificación hasta mayo del 2011! Y en ese momento fue cuando me invadió la tristeza por diarmecuenta de que estoy hipotecando mi vida. Cuando comento con mis amigos que a veces me gustaría tener una bola de cristal y saber qué será de mi vida dentro de un tiempo... no me refería a esto.

Quiero/necesito un cambio. Reconozco que a nivel laboral tengo muchos privilegios, me gusta mi trabajo (importante, motivo por el cual sigo ahí), siempre he podido organizarme como quiera, tengo reconocimiento por lo que hago (según el día), un entorno laboral bueno... Pero hay que tener inquietudes en la vida. Evidentemente tal y como están las cosas no puedo tomarme la vida en plan suicida y mañana llegar y decir que me voy (poder podría, pero no me atrevo, para qué negarlo). Por un momento logré salir del círculo de la monotonía de mi trabajo y creí que había encontrado la excusa perfecta para planificar mi salida paulatina... Pero me han devuelto a la realidad con una excusa que yo considero irreal.

Sé que esto tiene sus ventajas: no dependeré de un avión todas las semanas (lo cual también va a estar bien económicamente), no tendré sensación de cansancio físico constante, podré dedicarme a esas pequeñas cosas que si no tendría que abandonar (deporte, idiomas, etc), incluso podré ocuparme de mi vida personal que últimamente se había visto algo afectada... Pero ahora mismo me fastidian los inconvenientes.

En fin, que tendré que empezar a trazar mi plan alternativo, el cual tengo que pensar rápido, y es que a nada que te despistes hay alguien organizándome mi vida a plazo de un año (y eso, me asusta a la vez que no me gusta, yo no nací para eso). Para que luego digan que no se conceden hipotecas en tiempos de crisis...

jueves, 24 de junio de 2010

Cuestión de Divinidades, Karma y Casualidad.

Hay días que es mejor no levantarse de la cama. Bueno, tampoco es cuestión de ser trágicos, así que simplemente diré que hay días en los que los planetas se alían en tu contra y cuanto mejor quieres hacer las cosas, más imposibles se ponen. Y ese fue mi caso de ayer.

Para mi el día de ayer debería de haber consistido en lo siguiente.
De 8 a 15h ir a trabajar.
15.40 - 1ª consulta médica.
16h a 18.15h vuelta al trabajo habiendo ingerido una empanadilla y un café (poco nutritivo pero bueno)
18.45-2ª consulta médica
19h a 20.30h - el retorno a las clases de idiomas que llevo 3 meses sin pisar.

Pues la realidad fue la siguiente: después de una noche sin dormir bien y tras un agotador día laboral (por la cantidad de curro y porque me estaba asfixiando del calor) salí corriendo sin comer para la 1ª consulta médica (la cual siempre se desenvuelve con normalida). Si bien llegué 5 minutos antes de la hora, salí de allí 45 minutos más tarde de lo previsto.

Como mis compañeros ese día se tuvieron que ir a las otras oficinas mi opción de comer con ellos era imposible (además llegaría con una hora de retraso). Ante la idea de tener que comer la empanadilla en la más absoluta soledad, decidí pedir asilo político a unos amigos para comer en su casa (es que la idea de sentarme en un banco de un parque sin nadie con quien hablar me parecía deprimente). Dado que no había nadie que trabajara, decidí no ser menos y cambiar las horas de la tarde para el día siguiente. Así que mientras estaba con estos amigos pensaba "tengo sueño, quiero dormir y no me apetece ir a la 2ª consulta del día". Mi conciencia -que a veces es un incordio- me decía "no, no, tienes que ir, ¡lucha contra el sueño!". Y así hice, me levanté y fui con calma a la clínica (a la cual siempre llego tarde, pero justo ese día lo hice por adelantado).

Cuando llegué sólo había una persona delante mía (bíen, pensé, vamos en hora). Así que en un momento de confusión aparece la enfermera, le pregunta a la otra persona de la sala por el nombre y curiosamente se llamaba como yo. "Buff, que control tienen que tener, imagínate que se confunden de persona" -pensé yo-. Media hora más tarde yo seguía esperando a que me llamaran mientras que la gente que había venido detrás de mi iba pasando... Miré para el reloj, las 19.15, va a ser que voy a llegar tarde a clase. Como aquello me extrañaba y yo empezaba a impacientarme, decidí acercarme al mostrador para ver qué pasaba. Situación resumida: se confundieron de nombre y le dieron mi cita a la otra persona y yo constaba como que había pasado. Después de buscar una nueva fecha, decidí que aunque llegara media hora tarde a clase iría igual.

Corriendo (como es habitual en mi) por las calles de la ciudad llegué a clase. Subo corriendo las escaleras, recorro el pasillo laberíntico y cuando estoy a punto de entrar en clase una señora me para y me pregunta que a dónde voy... Inocente de mi digo que a su clase no, que voy a la de al lado. Situación resumida: las clases habían terminado el día anterior y como yo llevaba sin ir tanto tiempo no me había enterado (ejem). Para colmo de despistes cuando al secretaria del centro me pidió el nombre y curso del profesor con el que tenía que repetir el curso el año que viene me di cuenta que a) no me sabía el nombre del profesor, b)hay tantos niveles y tantos grupos que no sabía cuál era el mío (bueno, esto último tiene una explicación: yo sé cual es mi correspondencia de nivel según el plan de estudios europeo, pero en la escuela tienen una organización y denominación de los grupos interna que es completamente diferente). Evidentemente la señora alucinó conmigo, pero es que en el mundo hay gente que estamos, porque tiene que haber de todo.

Así que la situación quedó algo así:

De 8 a 15h ir a trabajar. // Realidad: trabajar de 8 a 15h
15.40 - 1ª consulta médica. // Consulta médica a las 16.10
16h a 18.15h vuelta al trabajo habiendo ingerido una empanadilla y un café (poco nutritivo pero bueno) // A las 17h empezaba a comer en asilo político
18.45-2ª consulta médica // A las 19.15 salgo de la clínica y sin haber pasado por consulta
19h a 20.30h - el retorno a las clases de idiomas que llevo 3 meses sin pisar. // Misión abortada a las 19.30 por finalización del curso el día anterior.

Y después de esto decidí volverme para casa pensando en por qué hay días que las cosas salen así torcidas,, con el cargo de conciencia por haber latado tanto a clase este año (el ir los últimos días tiene en mi un efecto placebo y esta vez no me salió bien) y repitiéndome una y otra vez: si la próxima vez tengo sueño, me quedaré en casa. Para aquellos que crean en el castigo divino, diré que ha sido cosa del ser celestial que ha querido castigar mi pereza inicial. Para los que sean fans del Karma, pues diremos que ha sido el malkarma en venganza a tantos meses de pereza estudiantil, y para los demás sólo habrá sido una casualidad.



sábado, 12 de junio de 2010

El orden del caos, o el caos del orden.

Hay algo en mi personalidad que soy incapaz de cambiar (bueno, hay muchas cosas, pero no es plan de hacer resaltar todos mis defectos) y es el orden. Si, soy una persona desordenada o con un caos particular, que para mi está bien, pero que al resto del mundo le puede atacar los nervios.

Lo curioso es que no siempre he sido así, y es que recuerdo en mi más tierna infancia sentarme en los primeros curso de primaria con un compañero que invadía mi espacio y era todavía más terroríficamente desordenado que yo (que ya es decir). A su lado, mi claridad en la organización de materiales era tal (en comparación con la suya, claro) que llegué a dividir la mesa en dos con una raya a lápiz y prohibirle que ocupara mi espacio. Sin embargo, el castigo divino por aquella tan mala hazaña y por no comprender a mi prójimo empezó a manifestarse... y hasta el día de hoy.

En el colegio, después en el instituto y más tarde en la universidad, llegaba a clase y no habían pasado 2 minutos, que mi mesa estaba repleta de papeles sin orden (bueno, yo lo encontraba todo). Veías las mesas que me rodeaban y todas eran organizadas: los folios unos encimade otros sin sobresalir una esquina más que la otra, los estuches perfectamente alineados con los folios, y las carpetas clasificadoras cada una con el nombre de la asignatura que contenía en cada espacio... A continuación mirabas para mi lado: no se veía ni un solo trozo de mesa, el estuche según cuadrara, en medio de la asignatura X te podías encontrar el papel de la asignatura Y (pero yo sabía que estaba allí), tachones y folios doblados (esos que siempre decía que pasaría a limpio al llegar a casa), y evidentemente mi carpeta jamás puso el nombre de la asignatura que había dentro (hasta recuerdo tener dentro en el último año de carrera una hoja del superhombre que nos había entregado un profesor de filosofía en el instituto 6 años antes --> y si miro puede que allí siga).

Este caos en los estudios se contagió a mi habitación (tengo de todo y más por todos lados...), y después al trabajo. Como mi despacho es compartido 2 días a la semana, siempre intento cuando me voy dejar más o menos recogido (por solidaridad con los demás). Sin embargo al día siguiente cuando entro (yo tengo que llegar 2 horas antes), a los 3 minutos (el tiempo que me ha llevado entrar, encender la luz, darle al ordenador y coger el expediente del día...) me doy cuenta de que estoy ocupando mi espacio, el de la persona de al lado y una mesa auxiliar que tenemos detrás! Dos armarios abiertos... y porque no tengo más espacio, que si no...

De verdad que he intentado cambiar (al menos lo he pensado) y me da envidia esa gente que es organizada, pone los papeles alineados y los subraya en mil colores... Yo simplemente no puedo, si lo hiciera invertiría todos mis esfuerzos en organizarme y dejaría de trabajar.

De todos modos hay un aspecto paradójico en todo esto: soy una persona desorganizada (aparentemente así a simple vista) pero sé dónde tengo todo localizado... Sin embargo, no hay cosa que más me reviente que otra persona venga... y tenga mi espacio desordenado (sí, me altera el desorden de los demás). Lo sé, no se puede ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio... así que al final no he hablado de uno de mis defectos, sino de dos: persona desordenada e intransigente.

PD. Enseñaría una foto típica de desorden, pero creo que atentaría contra la imágen de mi empresa. Con los tiempos que corren tampoco es plan buscarse motivos de despido laboral.

sábado, 5 de junio de 2010

Operación desoxidación.

Después de un tiempo (extenso, simplemente diré eso) el efecto de la vida sedentaria me empezó a pasar factura: inicio de niveles de colesterol incipiente, fatiga constante, falta de flexibilidad, y tendencia a aumentar de tamaño (y no en altura precisamente). Así que por el bien de mi salud física y mental (y es yo de la teoría de "mens sana in corpore sano") decidí volver a hacer deporte. Este hecho no tendría que ser noticia, si no fuera porque desde que me lo propuse en serio (esto coincidió con finales del 2009) me encontré con que mi gimnasio de toda la vida (el cual pago religiosamente desde hace un par de años aunque no vaya --> no comment) se había puesto en huelga.

Pues sí, el personal de los pabellones polideportivos se propuso que yo no cumpliera uno de mis objetivos de este año (típico, es el de siempre). Hasta la coronilla de esa huelga indefinida, decidí hacer deporte por otra vía e irme a patinar (lo cual no practicaba desde hace ¿10 años?). Con la congoja en la garganta me puse los patines, me temblaron las piernas durante 10 minutos pero a la media hora me sentía en mi salsa. Y sí, patinar es como andar en bici: no se olvida pero al principio eres torpe a más no poder. Una hora y media después, y unos cuantos estiramientos más, llegué a mi casa a eso de las 10 de la noche y creo que a las 10.30 estaba en la segunda fase REM. Si es que la edad no perdona y nada que te muevas...

Como si esa tanda de "deporte" no fuera suficiente, al día siguiente -sábado- me fui a la piscina (lo mismo, unos cuantos años sin pisarla). De allí a un par de horas cuando ya mi piel se similaba a la de una pasa, decidí que era hora de salir a secarme y tirar millas para casa. Si bien en un principio alucinaba porque no había gente en la piscina, camino a casa me horroricé porque el motivo de que aquello estuviera vacío era porque todo el mundo estaba en el estadio de al lado viendo el partido de fútbol de turno de ese día... que acababa de terminar minutos antes de yo coger el bus. Y en ese momento la marabunta hizo acto de presencia y se vinieron a coger mi misma línea que iba, como no, repleta de gente hasta los topes. Por segundo día consecutivo me acosté pronto (sí, parece que tengo complejo de persona de 90 años que me acuesto más pronto que mi abuela).

Las agujetas que tuve durante esos días imagino que van en proporción a la de tiempo que llevaba sin moverme. Sin embargo ahora que le he cogido gusto a esto de moverme, creo que sería un buen momento para mantenerme en esta misma línea deportiva. La buena noticia es que los pabellones de mi comunidad después de casi 5 meses han decidido suspender la huelga, lo que significa que podré incorporarme a la masa de gente que estos días con cargo de conciencia invade los gimnasios pensando que puede recuperar en 3 semanas lo que ha descuidado durante el resto del año (y amortizar al menos un mes de cuota). En fin, como siempre y como es típico en este pais: lo hemos dejado todo para el último momento, ¡pero qué bien hemos vivido hasta ahora!

Continúa la operación desoxidación!!


lunes, 12 de abril de 2010

El enemigo en casa

Mmmm ¡qué bonita es la primavera! Sale el sol (un día por cada 10 que llueve), empiezas a desprenderte de los jerseys de cuello alto, los pájaros cantan, las nubes se levantan... Todo el mundo parece estar de mejor humor, hay más horas de luz (por lo que no te "importa" salir algo más tarde de trabajar, ya que todavía parecerá que tienes mucho día por vivir). Puedes aprovechar para ir a visitar lugares nuevos y te da la impresión de que no hay prisa por volver a casa...

En esto, sales de tu casa, te asomas al portal y... ¡oh! ¡El enemigo te espera justo delante de la puerta!. Habías escuchado que estaba a punto de llegar, que pronto te atacaría... pero tú te sientes tan bien que de hecho has olvidado incluso la última vez que hizo acto de presencia en tu vida. Pero no, no puedes escapar, porque sigilosamente y sin haberte dado cuenta, de la noche a la mañana está ahí, esperándote para hacerte la vida imposible. Es, sin lugar a dudas, el enemigo número uno de un tercio (o más) de la población española para los próximos meses: El polen.

Si, reconozco que los campos floridos, las margaritas en los jardines, los rosales en plena ebullición y los árboles completamente blancos por sus flores son preciosos... para ver en una postal o dibujo. Los que tenemos que convivir con las incomodidades de los alérgenos nos hace tanta ilusión que llegue la primavera, como coger la gripe dos veces en un año: ninguna.

Por el momento soy capaz de salir a la calle, eso sí, mirando de reojo el montón de hojitas y florecillas que me esperan a la salida de mi casa, y es que curiosamente los montones más grandes de polen se han aposentado de toda la calle, delante de mi portal (yo creo que realmente son seres pensantes que saben como joder). Están allí tal cual manifestación silenciosa, y justo en el momento que sales ¡al ataque!!. Así que antes de cruzar el umbral me armo hasta los dientes: gafas de sol (así esté completamente nublado, que no se me metan en los ojos), pañuelo en mano, y como haga una ligera brisa, el pañuelo al cuello tapa algo de mi nariz (sí, quien me vea ha de pensar que con dos rayos de sol yo me creo estar tal cual berebere en medio del desierto).

Me gusta la primavera, no lo niego, pero los efectos secundarios que tiene en mi son bastante incómodos: ojos hinchados y llorosos, a 30 estornundos por minuto, nariz completamente roja de tanto sonarme, sequedad en la garganta, aturdimiento pensativo (si es que con la moquera, estornudos y que no veo...), y mal humor (este no sé si es culpa de la alergia o me venía de serie). El caso es que mi cara en esos momentos es un poema (de hecho son la antítesis del aspecto saludable), tanto que el año pasado hasta que mi jefa se acostumbró pensó que salía de juerga todos los días durante dos semanas. Lo bueno de esto es que con ese aspecto horribilus que tengo, todo contacto con el mundo exterior (basado en entrevistas) queda paralizado durante unos días o es asumido por el resto de personal (lo cual agradezco, porque que alguien te vaya haciendo preguntas de tu vida con un pañuelo colgado de la nariz... es poco corriente e incómodo para el entrevistador). Si vas a tener una cita con el chic@ de tus sueños, es recomendable también esperar un par de semanas (y es que en este estado, hasta tendrías un mejor aspecto en la foto del carnet de identidad)

De todos modos, todo sacrificio tiene su recompensa, y yo me consuelo pensando que esto es simplemente el paso obligatorio antes del verano (y no hay nada que no se arregle con unas buenas dosis de antiestamínicos). Lo único de estos días, es aguantar la conversación de mi padre diciéndome que ha salido un estudio por el cual se ha reconocido que la tasa de alérgicos al polen en el campo es bastante inferior que en las ciudades (al parecer tenemos más probabilidad de volvernos sensibles por el efecto de la contaminación y por juntarse las partículas diesel de los coches con el polen). Esta noticia ha sido interpretada por mi Sr. Padre como --> ves, te tengo dicho que te vengas conmigo al campo, que allí no lo vas a notar. Claro, lo que no entiende es que una vez que te has vuelto sensible ya la has cagao, así que día tras día explico los motivos de por qué no voy a pasar con él esos momentos tan entrañables entre flores, abejas, insectos y vacas... que para él, es la solución. Y como es de los que hasta que mete el dedo en la llaga no lo cree... pues sé que acabaré yendo con él y agonizando en un paraje etan idílico.

En fin, a todos los alérgicos solo les deseo para estos días... ¡paciencia! (acompañado de algo de "drogas").