domingo, 25 de enero de 2009

Recuerdo de Infancia

Un olor, una imagen, un sabor, un tacto o incluso un sonido, cualquiera de nuestros sentidos pueden desatar en cuestión de segundos uno de nuestros recuerdos más profundos y hacernos retroceder muchos años atrás. Los situaciones aparentemente inocuas se aparecen en nuestra mente en una especie de película tecnicolor en la que no solo visualizamos momentos de nuestras vidas, sino que se mezclan también con sentimientos y sensaciones (alegría, tristeza, melancolía…).


Me hace viajar en el tiempo el olor a castañas asadas en la calle durante el invierno, el frío helador que te golpea en la cara y que me lleva hacia los inviernos de Orense (aquellas navidades en familia). Pero sobre todo, echo en falta los sonidos: aquel “clin” metálico que me despertaba los fines de semana (y como me molestaba) de los señores que jugaban a la llave en el parque próximo a mi casa, el “tiruriuuuuu-uuuu” del chiflo de los afiladores; y el organillo de aquellos que venían con una escalera y la cabra.


Hace una semana estando en la habitación oí un ruido familiar. Se trataba de una música con muchos ritmos “prediseñados” y melodía poco elaborada (nada de letra, por supuesto). Y entonces me di cuenta, de que llevaba muchos años sin escuchar este sonido, que en la calle apenas huele a castañas, que el frío ya no es lo que era (por mucho que la gente se asuste estos días), que los afiladores han sido remplazados por esos cuchillos afilados con láser, y que “La generación de la llave” ya no se reúne y sus instalaciones han quedado olvidadas.


Fui corriendo a la ventana aunque no alcancé a ver ni a quienes lo tocaban, ni al pobre animal hecho “artista”. Tampoco estaban en esta estampa la gente asomada en las ventanas desde las que se lanzaban bolas de periódico con monedas en el interior… Y es que con el tiempo, todo cambia.