martes, 31 de marzo de 2009

De castillos y casitas

Cenicienta vuelve a estar de balneario, abandonó su casita en el bosque por ese complejo de relax de donde saldrá como nueva (y esta es ya la redefinitiva). La verdad que después de una semana sin verla, me di cuenta que lejos de parecerse a un personaje de cuento, cada vez tiene más similitudes con las actrices de cine actuales (por lo delgadísima y escuchimizá que se nos está quedando). Entré en su habitación (de decoración austera, nada de lujos) y tuve que mirar dos veces antes de encontrármela perdida en medio de un sillón (si es que los asientos son enooormes, y ella se nos está volviendo más pequeña!! ¿será un nuevo caso al estilo Benjamin Button?). En fin, que hablaré con los restauradores del hotel y a ver si cambian algo el menú... O con esto de comer tan mal la Ceni cuando salga irá perdiendo el vestido por los pasillos.

Mientras Ceni sigue en su palacio privado, yo sigo en mi casa con los otros personajes de cuento (papá oso, mamá oso y el pequeño osezno). El caso es que las casas del bosque son muy monas, huelen a madera y todo lo que quieras... pero con el paso del tiempo la madera se va al garete y hay que hacer reformas (¡qué sabio el cerdito mayor que se hizo su casa de ladrillo para evitar problemas!). Pero ahora no hay tiempo de lamentaciones, así que los osos han decidido... cambiar el suelo de madera por uno nuevo. ¿Qué supone eso?

  • Por un lado, vaciar media casa (la mitad que empezaron a arreglar), así que muebles para aquí, muebles para allá, cajas por el medio... La madriguera de repente se convierte en una leonera, las habitaciones vacías suenan como la gruta de Ali-babá (con mucho eeeeeeeco) y los salones se convierten en improvisadas habitaciones. La ventaja es que con este circo que tenemos montado, hemos decidido que las visitas de familiares y demás se verán retrasadas hasta nueva orden ¡qué paz! "Cerrado por reformas"
  • Al mismo tiempo es necesario buscar un refugio2. Llegará un momento en el que los osos tienen que abandonar la casa e irse a un nuevo sitio (provisionalmente) y es que si te tapian la entrada o duermes en la escalera, o te buscas una casa al más puro estilo cangrejo ermitaño (uséase, de forma provisional). Y hombre, eso puede ser una aventura... pero pensar que dedicarás tus vacaciones a hacer una mudanza... convierte la aventura en verdadera putada (¿quién dijo descanso?).
  • Aumento de la resistencia corporal: una vez metidos en faena sólo queda tomárselo con humor, así que se puede aprovechar todo este movimiento de cajas y demás para hacer limpieza, tirar trastos (muchas figuritas de cerámica no volverán a ver la luz), inmunizarte ante el polvo (si no puedes con tu alérgeno, ¡únete a él!) y acabar unos abdominales que serían la envidia de Chuachenegger allá en sus tiempos mozos, y todo gracias al Boxing (es decir, al movimiento de cajas, ¡nada de violencia!!).

Como conclusiones del día puedo extraer que:
a) Cenicienta vendrá reconvertida en una espece de Miss España (mona, divina y como nueva).
b) Que si te quieres deshacer de las visitas eternas de tu casa (y de la familia especialmente) no hay como ponerse en obras. Y si aún así alguien insiste en venir... que sepa que después de paso que se marcha... ¡se llevará un par de cajas!

miércoles, 18 de marzo de 2009

¿Como siguen los cuentos?

En los mundos de los Hermanos Grimm, Disney y demás, todos los cuentos empiezan y terminan igual: sus autores comienzan por plantearnos una situación un tanto complicada (Blancanieves, Cenicienta, la Bella Durmiente...) todas vivían de una manera más o menos humilde, luego se les complica la vida, viene el príncipe y finalmente viven felices. Pero ¿alguien ha pensado qué pasa después? (sí, después de que todas se vayan a caballo y el libro ponga Fin). Pues resulta que los cuentos suelen seguir, pero es que nadie nos los cuenta.

Como a mi no me gusta dejar las cosas a medias, creo que sería conveniente que siguiera contando la historia de Cenicienta esa parte que nunca nadie cuenta). La última vez la habíamos dejado reposando en un balneario, pero todo lo bueno se acaba. La atención 24horas, las personnal assistant (que llegan a aburrir) se te terminan y tienes que cambiar el vivir en un sitio tipo Buckingam Palace (por lo grande, digo) en una casita más pequeña en medio del bosque (bueno, en medio no, pero pegadita si). El príncipe se deja el caballo (es que últimamente o vives en Sevilla o no tienes sitio donde aparcarlo y es un rollo sacarlo a la calle) y no puede ir a visitar a Cenicienta. En su lugar, manda palomas mensajeras con cartas, o un loro para que transmita un mensaje (en pleno S.XXI para evitar que el Seprona denuncie a los príncipes por maltrato a los animales, se ha procedido a sustituir las palomas y loros por sms y llamadas a móvil).

Una vez en su casita, Cenicienta se dedica a reposar (pues la princesa creo que está acostumbrada a su cama de almohadones mullidos y camas ergonómicas, y eso es difícil de abandonar). Se viste sus mejores galas, ha abandonado los camisones de raso y tiene tiempo libre para pasear entre los arboles, saludar a las ardillas (o en su defecto a los gatitos y animalejos varios). Vuelve a compartir techo con sus hermanas(tras) y después de no tenerlas encima tanto tiempo se da cuenta de que en la distancia hasta se las acaba echando de menos (a pesar de que en las distancias cortas, tanta proximidad de paretentesco te acaben dando ganas en alguna ocasión de poder mandarlas a otra casita a vivir...).

Y mientras Cenicienta vuelve a acostumbrarse a la vida de la plebe (sin secretarios reales 24 horas pegados a ella), deja que el principe que se vaya por ahí a trabajar en coche (que no en caballo) y aproveche para comprar ropa más moderna (es que las capas y mayas, trajes de rombos o cuadros están ya bastane anticuados) ¡Viva la liberación de las Cencientas en este tiempo!.

Y colorín aun no coloreado, la segunda parte hemos contado.

lunes, 9 de marzo de 2009

Cenicienta se va a un balneario

Una de mis jefas en momentos de estres siempre dice que si en algún momento tuviera que ir a la cárcel (no es que ahora tenga papeletas para ello ni haga por tenerlas) querría una celda incomunicada del todo, que nada de internet, ni móvil, ni nada. Incomunicación total para poder relajarse. Se ve que hay momentos en los que cuando estás hasta arriba, desearías poder tener esa incomunicación y que el teléfono dejara de sonar. Pero generalmente sólo se queda en eso: un deseo (casi nadie llega a cumplirlo).

El caso es que una de mis compañeras, en un periodo bastante intenso del año ha decidido (o en parte la han obligado) a tomarse unas vacaciones, desconectar de todos nosotros (hombre, si en el fondo somos majos...) y se nos ha ido a una clínica en donde se está pegando un cierto periodo de reposo para volver como nueva (esperemos que traiga energías renovadas para luego transmitírnoslas). Aunque ella no es jefaza (aunque el resto la admiramos como si lo fuera por todo lo que sabe y porque siempre acaba metida en todos los fregaos), ha tomado buena nota de la idea de nuestra jefaza y está en periodo de incomunicación.

Nada de móviles, nada de portátiles y desconocemos si tiene televisión, aunque intuyo que la respuesta es que no. Como una cosa es tomarse un periodo para descansar y recuperarse, y otra es desconectar del mundo mundial... he decidido que en su ausencia la iré poniendo al día de las cosas que van sucediendo, y es que una cosa es incomunicarse y otra muy diferente desconectarse del mundo mundial. Aunque no nos lo ha dicho directamente, todos sabemos que realmente está en un balneario en la costa del pacífico, sin nadie que la moleste ni le hable de trabajo, y que volverá delgadísima después de poder alimentarse bien y no sobrevivir a base de tapas precocinadas o con exceso de gracia. Imagino que para disimular y no darnos envida, evitará traer ese moreno tan característico playero... Pues si no nos daríamos que simplemente se fue de juerga y punto.

Así que mi querida "Cenicienta" aquí la rana Gustavo (la rana reportera más dicharachera) a lo largo de estos días te irá poniendo al tanto de las noticias y cosas más interesantes que vayan sucediendo por los lares de Barrio Sésamo y otros parajes de cuento.

sábado, 7 de marzo de 2009

Stop

Si contáramos las veces que salimos a la calle en un mes simplemente para dar una vuelta... seguramente tendríamos suficinte con los dedos de una mano para llevar esa cuenta. Generalmente cuando nos movemos lo hacemos por algo (para ir/ venir a...). Además, si a ello sumamos que siempre vamos con el tiempo justo, nos encontraremos en la situación de que pocas veces estamos saliendo simplemente disfrutar (por ir a dar una vuelta y a ver qué es lo que surge).

Desde luego hay algo que hecho de menos, y es el no tener tiempo (o no hacer lo posible por tenerlo) de modo que te puedas parar cuando te encuentras con algo que te ha llamado la atención y de lo que desearías disfrutar un momento. Para mí, esos momentos en los que hecho de menos el haber salido corriendo de casa, es cuando me encuentro con alguien en la calle (o en el metro) que está tocando algún tipo de música conocida para mi. Desearía poder pararme muchas veces y quedarme allí como parte del público durante unos minutos... pero siempre tengo el reloj haciendo tic-tac-tic-tac a un ritmo vertiginoso y pareciendo que las agujas se le saldrán del sitio de un momento a otro.

La masa te lleva en volandas (y es que parece ser que a todos se nos han pegado la sábanas esa mañana, o que la sobremesa se nos prolongó demasiado) y nadie se para. Así que mientras avanzo por los pasillos del metro, intento prestar la mayor de las atenciones, concentrarme en la música y seguirla mentalmente... a la vez que intento evitar oíro el murmullo, el ruido de maletas que se arrastran por los suelos y los taconeos de los que se mueven a mi alrededor. Y así finaliza ese pequeño momento de felicidad o placer de escuchar justo esa canción, que casualmente (y no entiendo cómo) muchas veces se encuentra entre mis preferidas.

Ay, si pudiéramos decir "stop" a nuestro ritmo incansable de vida, desde luego tendríamos muchos más momentos de relax mental.