sábado, 5 de junio de 2010

Operación desoxidación.

Después de un tiempo (extenso, simplemente diré eso) el efecto de la vida sedentaria me empezó a pasar factura: inicio de niveles de colesterol incipiente, fatiga constante, falta de flexibilidad, y tendencia a aumentar de tamaño (y no en altura precisamente). Así que por el bien de mi salud física y mental (y es yo de la teoría de "mens sana in corpore sano") decidí volver a hacer deporte. Este hecho no tendría que ser noticia, si no fuera porque desde que me lo propuse en serio (esto coincidió con finales del 2009) me encontré con que mi gimnasio de toda la vida (el cual pago religiosamente desde hace un par de años aunque no vaya --> no comment) se había puesto en huelga.

Pues sí, el personal de los pabellones polideportivos se propuso que yo no cumpliera uno de mis objetivos de este año (típico, es el de siempre). Hasta la coronilla de esa huelga indefinida, decidí hacer deporte por otra vía e irme a patinar (lo cual no practicaba desde hace ¿10 años?). Con la congoja en la garganta me puse los patines, me temblaron las piernas durante 10 minutos pero a la media hora me sentía en mi salsa. Y sí, patinar es como andar en bici: no se olvida pero al principio eres torpe a más no poder. Una hora y media después, y unos cuantos estiramientos más, llegué a mi casa a eso de las 10 de la noche y creo que a las 10.30 estaba en la segunda fase REM. Si es que la edad no perdona y nada que te muevas...

Como si esa tanda de "deporte" no fuera suficiente, al día siguiente -sábado- me fui a la piscina (lo mismo, unos cuantos años sin pisarla). De allí a un par de horas cuando ya mi piel se similaba a la de una pasa, decidí que era hora de salir a secarme y tirar millas para casa. Si bien en un principio alucinaba porque no había gente en la piscina, camino a casa me horroricé porque el motivo de que aquello estuviera vacío era porque todo el mundo estaba en el estadio de al lado viendo el partido de fútbol de turno de ese día... que acababa de terminar minutos antes de yo coger el bus. Y en ese momento la marabunta hizo acto de presencia y se vinieron a coger mi misma línea que iba, como no, repleta de gente hasta los topes. Por segundo día consecutivo me acosté pronto (sí, parece que tengo complejo de persona de 90 años que me acuesto más pronto que mi abuela).

Las agujetas que tuve durante esos días imagino que van en proporción a la de tiempo que llevaba sin moverme. Sin embargo ahora que le he cogido gusto a esto de moverme, creo que sería un buen momento para mantenerme en esta misma línea deportiva. La buena noticia es que los pabellones de mi comunidad después de casi 5 meses han decidido suspender la huelga, lo que significa que podré incorporarme a la masa de gente que estos días con cargo de conciencia invade los gimnasios pensando que puede recuperar en 3 semanas lo que ha descuidado durante el resto del año (y amortizar al menos un mes de cuota). En fin, como siempre y como es típico en este pais: lo hemos dejado todo para el último momento, ¡pero qué bien hemos vivido hasta ahora!

Continúa la operación desoxidación!!


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