lunes, 12 de abril de 2010

El enemigo en casa

Mmmm ¡qué bonita es la primavera! Sale el sol (un día por cada 10 que llueve), empiezas a desprenderte de los jerseys de cuello alto, los pájaros cantan, las nubes se levantan... Todo el mundo parece estar de mejor humor, hay más horas de luz (por lo que no te "importa" salir algo más tarde de trabajar, ya que todavía parecerá que tienes mucho día por vivir). Puedes aprovechar para ir a visitar lugares nuevos y te da la impresión de que no hay prisa por volver a casa...

En esto, sales de tu casa, te asomas al portal y... ¡oh! ¡El enemigo te espera justo delante de la puerta!. Habías escuchado que estaba a punto de llegar, que pronto te atacaría... pero tú te sientes tan bien que de hecho has olvidado incluso la última vez que hizo acto de presencia en tu vida. Pero no, no puedes escapar, porque sigilosamente y sin haberte dado cuenta, de la noche a la mañana está ahí, esperándote para hacerte la vida imposible. Es, sin lugar a dudas, el enemigo número uno de un tercio (o más) de la población española para los próximos meses: El polen.

Si, reconozco que los campos floridos, las margaritas en los jardines, los rosales en plena ebullición y los árboles completamente blancos por sus flores son preciosos... para ver en una postal o dibujo. Los que tenemos que convivir con las incomodidades de los alérgenos nos hace tanta ilusión que llegue la primavera, como coger la gripe dos veces en un año: ninguna.

Por el momento soy capaz de salir a la calle, eso sí, mirando de reojo el montón de hojitas y florecillas que me esperan a la salida de mi casa, y es que curiosamente los montones más grandes de polen se han aposentado de toda la calle, delante de mi portal (yo creo que realmente son seres pensantes que saben como joder). Están allí tal cual manifestación silenciosa, y justo en el momento que sales ¡al ataque!!. Así que antes de cruzar el umbral me armo hasta los dientes: gafas de sol (así esté completamente nublado, que no se me metan en los ojos), pañuelo en mano, y como haga una ligera brisa, el pañuelo al cuello tapa algo de mi nariz (sí, quien me vea ha de pensar que con dos rayos de sol yo me creo estar tal cual berebere en medio del desierto).

Me gusta la primavera, no lo niego, pero los efectos secundarios que tiene en mi son bastante incómodos: ojos hinchados y llorosos, a 30 estornundos por minuto, nariz completamente roja de tanto sonarme, sequedad en la garganta, aturdimiento pensativo (si es que con la moquera, estornudos y que no veo...), y mal humor (este no sé si es culpa de la alergia o me venía de serie). El caso es que mi cara en esos momentos es un poema (de hecho son la antítesis del aspecto saludable), tanto que el año pasado hasta que mi jefa se acostumbró pensó que salía de juerga todos los días durante dos semanas. Lo bueno de esto es que con ese aspecto horribilus que tengo, todo contacto con el mundo exterior (basado en entrevistas) queda paralizado durante unos días o es asumido por el resto de personal (lo cual agradezco, porque que alguien te vaya haciendo preguntas de tu vida con un pañuelo colgado de la nariz... es poco corriente e incómodo para el entrevistador). Si vas a tener una cita con el chic@ de tus sueños, es recomendable también esperar un par de semanas (y es que en este estado, hasta tendrías un mejor aspecto en la foto del carnet de identidad)

De todos modos, todo sacrificio tiene su recompensa, y yo me consuelo pensando que esto es simplemente el paso obligatorio antes del verano (y no hay nada que no se arregle con unas buenas dosis de antiestamínicos). Lo único de estos días, es aguantar la conversación de mi padre diciéndome que ha salido un estudio por el cual se ha reconocido que la tasa de alérgicos al polen en el campo es bastante inferior que en las ciudades (al parecer tenemos más probabilidad de volvernos sensibles por el efecto de la contaminación y por juntarse las partículas diesel de los coches con el polen). Esta noticia ha sido interpretada por mi Sr. Padre como --> ves, te tengo dicho que te vengas conmigo al campo, que allí no lo vas a notar. Claro, lo que no entiende es que una vez que te has vuelto sensible ya la has cagao, así que día tras día explico los motivos de por qué no voy a pasar con él esos momentos tan entrañables entre flores, abejas, insectos y vacas... que para él, es la solución. Y como es de los que hasta que mete el dedo en la llaga no lo cree... pues sé que acabaré yendo con él y agonizando en un paraje etan idílico.

En fin, a todos los alérgicos solo les deseo para estos días... ¡paciencia! (acompañado de algo de "drogas").

viernes, 2 de abril de 2010

El protegido

Iba a decir (más bien escribir) lo siguiente:
El tiempo este año está pasando tan rápido, que casi no me he dado cuenta de que estamos terminando marzo.
Y en esto me entró la duda y me dije... ¿a qué día estamos? Y cual es mi sorpresa al consultar el calendario ¡que ya estamos en abril! Es curioso esto del tiempo, pero hay veces que una semana se te hace eterna, y sin embargo cuando vas viviendo pendiente de "fechas importantes" esos grandes momentos suelen llegar casi sin que te des cuenta (especialmente si son momentos que temes: exámenes, eventos, días de trabajo, ir a comer con tus suegros...). Es como si salieras de determinado día y ya empezaras a pensar en la siguiente fecha X. ¿Lo que sucede entre ambos días? Casi ni te das cuenta (quién sabe, a lo mejor el concepto de que "el tiempo es relativo" viene de ahí).

El caso es que en lo que va de año voy a salto de mata, y "de fecha en fecha" y tiro porque me toca. La última fue un acontecimiento corporativo de estos que te parecen absurdos pero a los que hay que ir (y que todavía trato de olvidar). La situación es la siguiente:

Día laborable a las 8 de la tarde (anda que vaya horas), todos juntos "en amor y compañía" sonriendo y haciendo de anfitriones de ese montón de gente que está allí por puro compromiso (al igual que tu, que vas porque es como faltar el día que tu madre organiza una cena para sus amigos y quiere presumir de hijos). Engalanados en su justa medida (mi medida iba tirando hacia normal), cada uno recibe a su "protegido" (también conocido como "esa persona a la que tienes que darle conversación desde la entrada hacia la zona en la que va a estar y con quien no sabes de qué vas a hablar").

De manera disimulada intento escabullirme por la entrada con la intención de que mis jefes no me vean, y mi "protegido" se aposente él solo en su sitio. Al principio todo va bien, y es que lo veo venir y justamente pasaba por allí otra persona con la que me puse a hablar (¿qué tal el niño? ¿encontraste sitio para aparcar? me alegro de que estés aquí...) Calculo el tiempo e imagino que el "protegido" ya se habrá ido, cuando de pronto una mano me toca en el hombro. Miro para atrás con una de mis mejores sonrisas (poco sincera, la verdad), y una de mis "estupendas compañeras" me espera allí para hacerme ver que mi acompañante de esa noche ha llegado.
Evidentemente pongo cara de sorpresa en plan "uy, no te había visto" y repito conversación ¿Qué tal has llegado? ¿Te han dado la tarjeta del aparcamiento? Me alegro de que estés aquí Miro disimuladamente a ver si se ha traído a alguien con quien se vaya a entretener, pero no, está allí solo y "todo para mi".

¿Qué hacer en estos casos? Pues lo típico: presentarle a gente para ver si se distrae, intentar llevarlo hacia su asiento mientras yo sigo saludando a gente. Lástima que no funcionara, ya que el muy "caballeroso" se mantuvo detrás de mi todo el tiempo. Finalmente me voy hacia mi asiento, pido socorro a una de mis compañeras... pero el "protegido" no sé cómo se las arregló que logró sentarse a mi izquierda y poner a mi derecha a un desconocido (evidentemente la cara de descojone de mis compañeras era terrible).

"No pasa nada" -pienso- "en cuanto empiece el acto tendrá que estar callado" Una vez más: piiiiii, error del sistema. Alguien no le ha dicho a este chico que en este tipo de situaciones es de buena educación estar callado (vamos, como si fuera el cine). Y comienza a hacer comentarios graciosos que no vienen a cuento (y que ya he escuchado más veces), a preguntarme por mi vida personal (uy.... mal vamos, voy a empezar a mosquearme) e invitarme a ir de vacaciones (y lo peor es que no era de coña). Afortunadamente el señor que tenemos delante se gira, mi cara se pone completamente roja, y lo manda callar -pensé en ir a darle las gracias después-.

Llega el momento del descanso y mientras otros se quedan sentados en su sitio, "el protegido" decide acompañarme. Da igual con quien hable yo: con amigos, mis jefes..., porque él pacientemente me espera al lado (si algún día tuviera hijos, me gustaría que fueran así y que no me tuviera que preocupar por si los pierdo de vista). Volvemos a la sala, y justo antes de empezar decido ir al baño (con la intención de que los de mi fila se vayan sentando y me dejen un sitio al final del pasillo). Hago tiempo, me seco las manos con calma (no sé si activé dos o tres veces el secador de manos), salgo con calma... ¿Y quién está esperándome para cederme su butaca? "El protegido". Y así hasta el final.

Cuando todo terminó llega el momento de las despedidas, siendo lo lógico que los invitados se vayan para su casa, y tu te quedes con los tuyos para hablar y tomar algo. Pacientemente me esperó... y afortunadamente al final vio que yo no me movía y decidió irse no sin antes aprovechar y darme los dos besos de rigor.

El caso es que más o menos conseguí aguantar estoicamente la situacíón (vale, internamente perdí los nervios). Sin embargo, había momentos en los que no podía evitar pensar al más puro estilo Ally McBeal (cuando el cliente de turno le decía una estupidez y ella se imaginaba dándole de leches pero luego no lo hacía). En fin, lo que se hace cuando estás trabajando... lo amable, simpático y cínico que te vuelves -denominaré este concepto como "cinismo adaptativo"-. Y gracias a este personaje, los días siguientes en el trabajo se convirtieron en un corrillo y puteo constante (y como la confianza da asco, ahí ya no reprimí tanto mi mal humor).

Afortunadamente hoy estoy de vacaciones, ¡yujuuu! Y creo que no me toca vivir situaciones de estas hasta dentro de ¿un mes? Y si va a ser antes que se abstengan de contármelo. En fin, pensaré en pedir un aumento de sueldo y es que cuando estudié en la facultad, nadie me dijo que tendría que ir a este tipo de actos sociales. Lo siento, yo no nací para el protocolo.