domingo, 28 de junio de 2009

¿Estaremos en verano?

Uy, ¿es que estamos en verano?. Una de dos: o he perdido la concepción del tiempo, o vivo en una realidad paralela en la que los segundo, minutos, horas, días... han dejado de tener ese ritmo constante que los caracteriza. El caso es que los primeros meses del año se me pasaron algo lentos, pero después llegó abril y desde entonces y hasta hoy he tenido la sensación de que acontecimientos recientes pasaron hace medio año, y al mismo tiempo de que he pasado por los meses de mayo y junio en sólo 24 horas.

Esta mañana me he despertado por primera vez en mucho tiempo a las 10 de la mañana (yujú!!! ¡¡¡un fin de semana de sólo un día de duración después de 3 semanas sin descanso!!! --eso sí, con el pequeño incidente del despertador que me tocó los oídos -por no decir las narices- a las 7, me olvidé de dejarlo desconectado, falta de práctica -- ). Dudaba y he ido a mirar el calendario de la pared, ese mismo que a finales de junio sigue con todas las hojas bajadas y poniendo Feliz 2009 en la primera página, ejem. El caso es que al parecer, según la conjugación de los astros, la posición del sol, y que hoy es domingo... calculo que viene siendo 28 de junio ¿seguro? Por si acaso iré a comprar un periódico para asegurarme de la fecha (o mirar el periódico digital, es otra opción para la cual no tendría que matarme buscando unas moneditas antes de salir de casa).

Pues bien, si teóricamente estamos a 28 de junio, eso significaría que ya hemos entrado en la temporada de verano. Y digo teóricamente porque las variables contextuales me hacen pensar que me estoy equivocando. Bien, analicémoslas todas ellas:
  • tengo el típico ataque alérgico primaveral propio del mes de marzo,
  • por la ventana veo una mezcla de calor tropical-nubes grises-claros-luz y lluvia ocasional (y así desde hace un mes),-eso no viene siendo demasiado veraniego-
  • queda todavía y mes y medio para mis vacaciones o cambio de actividad,
  • no he pasado por exámenes que he decidido postponer,(y que generalmente marcaban el final de la temporada dura e inicio de mi verano)
  • y no sé si anochece pronto como en invierno o tarde como en verano... ya que salgo de mi despacho muchas (pero muchas) horas más tarde de lo habitual
Si lo pienso friamente puede que esas causas se puedan incluir o aglutinar en dos categorías principales: aquellas inherentes al cambio climático (las dos primeras) y las que son consecuencia de factores laborales. A lo mejor cuando juntas todo ello se crea una especie de agujero negro o puerta a otra dimensión que provoca que pierdas la noción del tiempo y te haga dudar sobre la estación en la que vives... Será eso.

Así que mientras sigo meditando sobre si es verano o no, para que no me pille el toro creo que empezaré a perfilar mis alternativas vacacionales. Iré ya haciendo las maletas pues ya se sabe, cuando llegan las vacaciones es hora de abrir otros chiringuitos "Abiertovacaciones"

domingo, 31 de mayo de 2009

De falsas Princesas (y también Príncipes)

Desde mi más tierna infancia he tenido claro que los príncipes y las princesas son cosa de cuentos, que paseando por la calle no me voy a encontar a la Bella Durmiente en medio de Gran Vía. La realeza con todos sus cosas maravillosas pertenecen a la ficción, mientras que los mortales vivimos en un mundo real que no se termina al cabo de 40 páginas.

El caso es que ahora en pleno siglo XXI todo se ha vuelto del revés. Los niós quieren vivir la vida de los adultos, los adultos seguir siendo como niños (o al menos como jóvenes de 20 años), y los de 20 años aspiran a convertirse en falsos príncipes yo máximos representantes de la perfección.

Los arquetipos de las sociedades de antaño (reflejados en obras literarias, esculturas y pinturas) hoy se nos presentan por medio de actores, modelos y todo aquello que salga en al televisión. Queremos destacar en todo, y si no, por lo menos en algo. Queremos ser príncipes perfectos, cuando realmente la perfección no existe, por lo que no hacemos más que perseguir un sueño inalcanzable que puede realmente acabar con nosotros (en el más literal de los sentidos). Dietas de inanició, sentimiento de culpabilidad, imágenes distorsionadas, falsas creencias, eternidades en el gimnasio, rechazo hacia uno mismo... así podría rellenar una página entera.

Entre todos, (y aquí nadie puede eximirse de culpa) hemos contribuído en algún modo mediante nuestros comentarios o actitudes, a formar el arquetipo de una única imágen de lo que para nosotros es "lo perfecto". Digo imágen porque hablamos de exterior (hemos olvidado el interior, total, no se ve), y digo única porque parece que aunque tengas 10 años o 60, tienes que responder a unas mismas características que entre todos hemos prefijado.

Hoy se habla de dos princesas. Valiente totnería, todo el mundo sabe que las princesas sólo existen (o deberían existir) en los cuentros. Un peligroso juego del que participan hoy en día tanto chicas como chicos de 20 años, como adultos y todavía niños de 12. Lástima que en estos casos no se pueda acabar el cuento con la frase de: Y fueron felices y comieron perdices.

Y mientras un tercio de la población presenta obsesidas y otro tercio de la población se muere de hambre, el tercio restante decide (¿o será que les hemos empujado?) no comer. Esa es la radiografía de la sociedad del siglo XXI, repleta de princesas y también príncipes de porcelana: pálidos, esquléticos y frágiles.

Dedicado a todos los que hoy ya no podrán leerlo

lunes, 4 de mayo de 2009

Alternativas a la farmacología

En épocas de cansancio, estrés y cambios climáticos bruscos, nuestra salud se resiente. Si a todo esto añadimos distintas variables contextuales: crisis, paro y alertas por epidemias de gripe, nuestro humor seguramente se vaya desvaneciendo y la mala leche vaya aumentando.

Hay quien para combatir todo esto tiraría de un cóctel de fármacos antidepresivos, antihistamínicos, y anti todo. Otros decicidimos afrontar todo esto rompiendo con la monotonía de vez en cuando: cambiar de aires, ver a gente que hace tiempo que no ves y realizar actividades que generalmente no puedes hacer.

Así que aprovechando un par de días festivos me cogí los bártulos, un billete de avión y puse tierra y aire por medio destino a un concierto. Y claro, ya que te vas a 600km a un concierto (el mismo que esa misma semana está a 150km de tu casa); aprovechas el palizón para visitar sitios nuevos, entrar en locales en los que nunca entrarías (cuestiones de diferencias de clase "social" y gustos musicales), levantarse pronto (imprescindible para que las pocas horas que tienes te cundan), descargar adrenalina descendiendo montañas de nieve a mucha velocidad, y conocer gente nueva.

El resultado final cuando vuelves no puede ser mejor: la concepción del tiempo se vuelve distinta y los 3 días que pasas fuera te dan la sensación de 2 semanas, no tienes tiempo para pensar en nada relacionado con tu vida habitual (genial), y aunque estás tan cansado que eres incapaz de dormir (paradójico, ¿no?), te vuelves a tu casa con una extraña sensación de relajación y felicidad esperando con ansia que llegue el próximo paréntesis (siempre improvisado).

miércoles, 15 de abril de 2009

Dónde están las llaves

Hoy en día en las consultas de los psicólogos te puedes encontrar de todo (y que conste que no hablo en calidad de paciente ni como "atención al cliente"). Hace años durante la carrera escuchaba a uno de mis profesores (psicólogo de profesión), como nos contaba las historias más extrañas y absurdas que te puedas imaginar (imagino que en parte para atraer nuestra atención en una clase de dos horas y media): el que iba porque tenía pánico a una habitación de un color determinado, el que sólo podía mear en su baño... Además hacía mucho hincapié en las familias o parejas que iban para que les ayudara a entenderse. Escuchándolo, me daba cuenta de que la gente paga auténticos pastones para encontrar a alguien que le ayude a resolver sus conflictos... Según este hombre, generalmente lo lograba (claro, no iba a decir lo contrario), aunque los ejemplos o métodos para conseguirlo eran de lo más variopinto y para mi un tanto increíbles.

El caso es que con esto de la mudanza toda mi vida (y la de mi familia) se ha trastocado un poco. Hemos pasado de no vernos en cuestión de dos días (viviendo bajo el mismo techo) y comer y cenar cada uno a su hora; a tener las típicas asambleas familiares. Y la gente se pensará ¿se han vuelto locos? ¿han buscado ayuda? ¿cuánto les habrá costado llegar ahí?. Pues señoras y señores, no le den más vueltas, todo ha sido gracias a una llave. Sí, sí, así tal y como suena.

El hecho de tener que mudarte, tiene sus inconvenientes (que hoy no toca hablar de ellos), pero sin duda también sus ventajas: limpias en profundidad, te deshaces de trastos inútiles, reorganizas todo eso que llevas meses diciendo que organizarías, colocas tus muebles según la teoría Zen (o como se llame), cambias de aires y estrechas lazos familiares. Del piso en el que estaremos provisionalmente una semana, nos han dado tan sólo un juego de llaves. Lo más cómodo sería hacer copias para todos, pero con eso de que no tenemos tiempo y que sólo es una semana, lo hemos ido dejando pasar y arreglándonoslas. Como tenemos unos horarios un tanto extraños, el día anterior calculamos quién será el primero en llegar a casa por las mañanas y por las tardes: ese es el que se lleva las llaves y el que se encarga de abrir a los demás (importante por lo tanto el trabajo en equipo, la colaboración, el no dormirse para oír el timbre...). Así que ahí nos tenéis, los unos esperando por los otros, y reuniéndonos el día anterior (en la hora de la cena, que hacía siglos que no compartíamos) y exponiendo horarios y demás ¿quién se lleva las llaves?.

Así que ya sabéis, si alguien quiere estrechar lazos familiares que no busque más: solo tiene que cambiarse de casa y disponer únicamente de un juego de llaves. O te pones de acuerdo o duermes en la calle.

jueves, 9 de abril de 2009

Callejeros

Dicen que la realidad es capaz de superar a la ficción, pues sí, es cierto. En el programa este de Callejeros suelen hacer reportajes sobre barrios pobres/rics (últimamente esto es todo lo que se ve). Tu estás en tu casa con tu chándal cutre, tirao en el sofá y con la lata de cerveza, cuando de repente una luz cegadora te da en todos los ojos y consigues vislumbrar una cámara que te enfoca en primer plano. Curiosamente la reacción de los entrevistados suele ser buena, la mía, desde el otro lado de la pantalla es ¿pero como dejan grabarse en esas circunstancias? ¿Es posible que haya gente que viva así? --> Mismo pensamiento cuando el que sale es un rico que lo flipas con 5 piscinas en las terrazas de su piso madrileño.

Pues bien, sí, hay gente que "vive así". Y como digo que la realidad puede superar a la ficción, he de confesar que estos días la realidad se ha instalado en mi casa: una habitación completamente llena de muebles, un baño con somieres y colchones dentro, las otras dependencias de la casa con ropa por el suelo (que ni sillas nos quedan). Durmiendo en colchones por el suelo e incluso alguno en el pasillo. Próximamente lo sofás pasarán a la cocina y el baño que queda... poco le queda. Así que para ir a desayunar tengo que: sortear los montones de ropa y maletas del suelo, saltar por encima de una cama que atranca el pasillo, y espero no encontrarme sin leche para desayunar, porque eso implicaría mover muchas cosas antes de llegar a la despensa.
Por todo esto, tiemblo cada vez que escucho sonar el timbre, pues con mi ropa llena de pintura (a juego con mi cara y manos) y todo tirado por el medio, imagino que en cualquier momento puede entrar un reportero en mi casa.

En en este medio de la nada ¿qué hacer? ¿en qué invertir el tiempo?. Me he quedado sin objetos personales, sin televisión (afortunadamente no soy gran dependiente de ella), y hasta hace 10 minutos ni internet. En los momentos en los que he podido relajarme he aprovechado para leer algo (y libros que no tienen naaaada que ver con mi trabajo, ¡que por algo estoy de vacaciones!), incluso he desempolvado algún juego de mesa de mi más tierna infancia (dicen que el que guarda siempre tiene....). En otros momentos he aprovechado para visitar a viejos amigos que se han venido de vacaciones (paradójico, unos queremos escapar y otros vienen en cuanto tienen un hueco) y la verdad que se agradece que te vengan a hacer una visita. Me he reído con las cosas más absurdas, y me he reído de todo este absurdo (si es que hay que ser felices)

Pero en fin, afortunadamente en mi caso todo esto es transitorio. Aprovecharé lo que me queda de vacaciones para irme a algún sitio a recuperar fuerzas y desconectar de las historias de las últimas semanas, y cuando digo desconexión, lo digo en el más amplio sentido de la palabra (a partir de mañana ni siquiera tendré internet). No sé si volveré en un estado de paz y renovación, si me reencontraré interiormente como persona, o si simplemente voy a dejar las agujetas atrás y punto. Pero sea lo que sea, bienvenido.
El próximo lunes, de vuelta a la faena.

domingo, 5 de abril de 2009

Viva la Primavera

Bienvenida la Primavera (sí, ya sé que a día 5 de abril este post llega algo tarde).

Después de un mes caótico temporalmente hablando (que si diluvios, que si calor asfixiante, que si de repente hace un frío polar...) parece que la temperatura ambiente "más o menos" se ha estabilizado. Y ahora, seguramente es decir esto y mañana empezará a caer el próximo diluvio universal (gajes del cambio climático).

El caso es que los días se van haciendo más largos, las horas de luz son más, y tener el cielo despejado anima a todo el mundo. No sé si es cierto eso de que "la primavera la sangre altera", pero por lo menos parece que pone a la gente de mejor humor . Te encuentras con más ánimo para todo, y tareas que en otras épocas del año ni te las plantearías, ahora te dices ¿y por qué no?. Así que en un momento de euforia (mientas el ataque alérgico me da una tregua -si es que no todo podía ser bonito-), este fin de semana me he enfundado el chándal y puesto manos a las obras (y que conste, esto es completamente literal):

  • Punto nº1: Mudanza de muebles. Pues sí, llevo varios días avisándolo (en el caso de mis compañeros de trabajo, escuchándome lo mismo desde hace semanas). Si en los días previos fue una aproximación a embalar algunos objetos, mover libros, etc, este fin de semana me he puesto las pilas y vaciado habitación y media (el resto de las dependencias fue una tarea compartida). Destornillador en mano y en cuestión de unas cuantas-muchas horas todo vacío (excepto lo imprescindible: ordenador, un libro y cama).
  • Descanso para la cervecita + cena + dormir + carrera F1 del domingo-
  • Punto nº2: Ya puestos en faena ¿por qué no pintar? Pues eso, vacías la habitación en lugar de retocar un trocito puedes aprovechar y repintar todo, buscar unos cuantos fotomurales y esas cosas. Previo a todo eso es importante empapelar el suelo, marcar los límites (y a eso me dediqué hoy). La pintura para otro día.
  • Punto nº3: Lavado de coche. Sí, otra tarea típica de domingo pero que siempre se quiere evitar. Sin embargo, cuando luce el sol de esta manera incluso esos trabajos parecen más agradables. Con tu chándal obrero, te coges el coche y te vas hasta AutoClean más próximo. Un jaboncito por aquí, un aclarado por allá, y el coche te queda listo para las próximas X semanas. Eso sí, mi tarea pendiente de quitarle los rayazos al coche, va a quedar para otro día (para animarme a eso creo que voy a necesitar muuuuucho sol).
Pero la remodelación de casa no ha terminado, para los próximos días están pendientes las tareas de pintura propiamente dicha (mañana iré a comprar los utensilios) y hacer las maletas para trasladarme durante 2 semanas al piso "transición" mientras los señores obreros operan en casa (es que no me veía yo con capacidad para cambiar el suelo).

En fin, que para esto utilizo yo mis vacaciones, porque sí, teóricamente ¡estoy de vacaciones ! ¿quién dijo descanso?. Por lo menos hace sol... y con luz todo parece más llevadero ¡viva la primavera!. Si estoy así ahora, quien me verá en pleno agosto!! (me veo construyendo una piscina al más puro estilo Sr. de Bricomanía)


martes, 31 de marzo de 2009

De castillos y casitas

Cenicienta vuelve a estar de balneario, abandonó su casita en el bosque por ese complejo de relax de donde saldrá como nueva (y esta es ya la redefinitiva). La verdad que después de una semana sin verla, me di cuenta que lejos de parecerse a un personaje de cuento, cada vez tiene más similitudes con las actrices de cine actuales (por lo delgadísima y escuchimizá que se nos está quedando). Entré en su habitación (de decoración austera, nada de lujos) y tuve que mirar dos veces antes de encontrármela perdida en medio de un sillón (si es que los asientos son enooormes, y ella se nos está volviendo más pequeña!! ¿será un nuevo caso al estilo Benjamin Button?). En fin, que hablaré con los restauradores del hotel y a ver si cambian algo el menú... O con esto de comer tan mal la Ceni cuando salga irá perdiendo el vestido por los pasillos.

Mientras Ceni sigue en su palacio privado, yo sigo en mi casa con los otros personajes de cuento (papá oso, mamá oso y el pequeño osezno). El caso es que las casas del bosque son muy monas, huelen a madera y todo lo que quieras... pero con el paso del tiempo la madera se va al garete y hay que hacer reformas (¡qué sabio el cerdito mayor que se hizo su casa de ladrillo para evitar problemas!). Pero ahora no hay tiempo de lamentaciones, así que los osos han decidido... cambiar el suelo de madera por uno nuevo. ¿Qué supone eso?

  • Por un lado, vaciar media casa (la mitad que empezaron a arreglar), así que muebles para aquí, muebles para allá, cajas por el medio... La madriguera de repente se convierte en una leonera, las habitaciones vacías suenan como la gruta de Ali-babá (con mucho eeeeeeeco) y los salones se convierten en improvisadas habitaciones. La ventaja es que con este circo que tenemos montado, hemos decidido que las visitas de familiares y demás se verán retrasadas hasta nueva orden ¡qué paz! "Cerrado por reformas"
  • Al mismo tiempo es necesario buscar un refugio2. Llegará un momento en el que los osos tienen que abandonar la casa e irse a un nuevo sitio (provisionalmente) y es que si te tapian la entrada o duermes en la escalera, o te buscas una casa al más puro estilo cangrejo ermitaño (uséase, de forma provisional). Y hombre, eso puede ser una aventura... pero pensar que dedicarás tus vacaciones a hacer una mudanza... convierte la aventura en verdadera putada (¿quién dijo descanso?).
  • Aumento de la resistencia corporal: una vez metidos en faena sólo queda tomárselo con humor, así que se puede aprovechar todo este movimiento de cajas y demás para hacer limpieza, tirar trastos (muchas figuritas de cerámica no volverán a ver la luz), inmunizarte ante el polvo (si no puedes con tu alérgeno, ¡únete a él!) y acabar unos abdominales que serían la envidia de Chuachenegger allá en sus tiempos mozos, y todo gracias al Boxing (es decir, al movimiento de cajas, ¡nada de violencia!!).

Como conclusiones del día puedo extraer que:
a) Cenicienta vendrá reconvertida en una espece de Miss España (mona, divina y como nueva).
b) Que si te quieres deshacer de las visitas eternas de tu casa (y de la familia especialmente) no hay como ponerse en obras. Y si aún así alguien insiste en venir... que sepa que después de paso que se marcha... ¡se llevará un par de cajas!

miércoles, 18 de marzo de 2009

¿Como siguen los cuentos?

En los mundos de los Hermanos Grimm, Disney y demás, todos los cuentos empiezan y terminan igual: sus autores comienzan por plantearnos una situación un tanto complicada (Blancanieves, Cenicienta, la Bella Durmiente...) todas vivían de una manera más o menos humilde, luego se les complica la vida, viene el príncipe y finalmente viven felices. Pero ¿alguien ha pensado qué pasa después? (sí, después de que todas se vayan a caballo y el libro ponga Fin). Pues resulta que los cuentos suelen seguir, pero es que nadie nos los cuenta.

Como a mi no me gusta dejar las cosas a medias, creo que sería conveniente que siguiera contando la historia de Cenicienta esa parte que nunca nadie cuenta). La última vez la habíamos dejado reposando en un balneario, pero todo lo bueno se acaba. La atención 24horas, las personnal assistant (que llegan a aburrir) se te terminan y tienes que cambiar el vivir en un sitio tipo Buckingam Palace (por lo grande, digo) en una casita más pequeña en medio del bosque (bueno, en medio no, pero pegadita si). El príncipe se deja el caballo (es que últimamente o vives en Sevilla o no tienes sitio donde aparcarlo y es un rollo sacarlo a la calle) y no puede ir a visitar a Cenicienta. En su lugar, manda palomas mensajeras con cartas, o un loro para que transmita un mensaje (en pleno S.XXI para evitar que el Seprona denuncie a los príncipes por maltrato a los animales, se ha procedido a sustituir las palomas y loros por sms y llamadas a móvil).

Una vez en su casita, Cenicienta se dedica a reposar (pues la princesa creo que está acostumbrada a su cama de almohadones mullidos y camas ergonómicas, y eso es difícil de abandonar). Se viste sus mejores galas, ha abandonado los camisones de raso y tiene tiempo libre para pasear entre los arboles, saludar a las ardillas (o en su defecto a los gatitos y animalejos varios). Vuelve a compartir techo con sus hermanas(tras) y después de no tenerlas encima tanto tiempo se da cuenta de que en la distancia hasta se las acaba echando de menos (a pesar de que en las distancias cortas, tanta proximidad de paretentesco te acaben dando ganas en alguna ocasión de poder mandarlas a otra casita a vivir...).

Y mientras Cenicienta vuelve a acostumbrarse a la vida de la plebe (sin secretarios reales 24 horas pegados a ella), deja que el principe que se vaya por ahí a trabajar en coche (que no en caballo) y aproveche para comprar ropa más moderna (es que las capas y mayas, trajes de rombos o cuadros están ya bastane anticuados) ¡Viva la liberación de las Cencientas en este tiempo!.

Y colorín aun no coloreado, la segunda parte hemos contado.

lunes, 9 de marzo de 2009

Cenicienta se va a un balneario

Una de mis jefas en momentos de estres siempre dice que si en algún momento tuviera que ir a la cárcel (no es que ahora tenga papeletas para ello ni haga por tenerlas) querría una celda incomunicada del todo, que nada de internet, ni móvil, ni nada. Incomunicación total para poder relajarse. Se ve que hay momentos en los que cuando estás hasta arriba, desearías poder tener esa incomunicación y que el teléfono dejara de sonar. Pero generalmente sólo se queda en eso: un deseo (casi nadie llega a cumplirlo).

El caso es que una de mis compañeras, en un periodo bastante intenso del año ha decidido (o en parte la han obligado) a tomarse unas vacaciones, desconectar de todos nosotros (hombre, si en el fondo somos majos...) y se nos ha ido a una clínica en donde se está pegando un cierto periodo de reposo para volver como nueva (esperemos que traiga energías renovadas para luego transmitírnoslas). Aunque ella no es jefaza (aunque el resto la admiramos como si lo fuera por todo lo que sabe y porque siempre acaba metida en todos los fregaos), ha tomado buena nota de la idea de nuestra jefaza y está en periodo de incomunicación.

Nada de móviles, nada de portátiles y desconocemos si tiene televisión, aunque intuyo que la respuesta es que no. Como una cosa es tomarse un periodo para descansar y recuperarse, y otra es desconectar del mundo mundial... he decidido que en su ausencia la iré poniendo al día de las cosas que van sucediendo, y es que una cosa es incomunicarse y otra muy diferente desconectarse del mundo mundial. Aunque no nos lo ha dicho directamente, todos sabemos que realmente está en un balneario en la costa del pacífico, sin nadie que la moleste ni le hable de trabajo, y que volverá delgadísima después de poder alimentarse bien y no sobrevivir a base de tapas precocinadas o con exceso de gracia. Imagino que para disimular y no darnos envida, evitará traer ese moreno tan característico playero... Pues si no nos daríamos que simplemente se fue de juerga y punto.

Así que mi querida "Cenicienta" aquí la rana Gustavo (la rana reportera más dicharachera) a lo largo de estos días te irá poniendo al tanto de las noticias y cosas más interesantes que vayan sucediendo por los lares de Barrio Sésamo y otros parajes de cuento.

sábado, 7 de marzo de 2009

Stop

Si contáramos las veces que salimos a la calle en un mes simplemente para dar una vuelta... seguramente tendríamos suficinte con los dedos de una mano para llevar esa cuenta. Generalmente cuando nos movemos lo hacemos por algo (para ir/ venir a...). Además, si a ello sumamos que siempre vamos con el tiempo justo, nos encontraremos en la situación de que pocas veces estamos saliendo simplemente disfrutar (por ir a dar una vuelta y a ver qué es lo que surge).

Desde luego hay algo que hecho de menos, y es el no tener tiempo (o no hacer lo posible por tenerlo) de modo que te puedas parar cuando te encuentras con algo que te ha llamado la atención y de lo que desearías disfrutar un momento. Para mí, esos momentos en los que hecho de menos el haber salido corriendo de casa, es cuando me encuentro con alguien en la calle (o en el metro) que está tocando algún tipo de música conocida para mi. Desearía poder pararme muchas veces y quedarme allí como parte del público durante unos minutos... pero siempre tengo el reloj haciendo tic-tac-tic-tac a un ritmo vertiginoso y pareciendo que las agujas se le saldrán del sitio de un momento a otro.

La masa te lleva en volandas (y es que parece ser que a todos se nos han pegado la sábanas esa mañana, o que la sobremesa se nos prolongó demasiado) y nadie se para. Así que mientras avanzo por los pasillos del metro, intento prestar la mayor de las atenciones, concentrarme en la música y seguirla mentalmente... a la vez que intento evitar oíro el murmullo, el ruido de maletas que se arrastran por los suelos y los taconeos de los que se mueven a mi alrededor. Y así finaliza ese pequeño momento de felicidad o placer de escuchar justo esa canción, que casualmente (y no entiendo cómo) muchas veces se encuentra entre mis preferidas.

Ay, si pudiéramos decir "stop" a nuestro ritmo incansable de vida, desde luego tendríamos muchos más momentos de relax mental.


jueves, 12 de febrero de 2009

P'aquí, p'allá

Después del relax inicial de principios de año (el primer mes suele ser tranquilo), comienza el estres propio del primer trimestre. Tradicionalmente el primer trimestre suele iniciarse pooooco a poooooco (es decir en una escala de 0 a 10 de estrés, en donde el 0 es la tranquilidad absoluta, y el 10 es la plena locura... yo suele estar a estas alturas en un 3ó4). Sin embargo, desde hace un par de años, a finales de marzo no es que acabe con un 10, sino que me paso de la escala con mucho.

El mes de marzo suele ser el mes del año en el que junto con diciembre, se abren y finalizan todos los plazos. Así que te ves en la necesidad de dar por finalizado todo lo que tienes hasta ese momento, y preparar todo lo que vendrá a partir de ahí. Tus jornadas laborales se duplican en horas, tus horas de sueño disminuyen en de manera inversamente proporcional al aumento de horas, y tu humor está caracterizado por momentos de euforia-agotamiento.

¿Como sobrevivir a ello sin desfallecer en el camino? Pues alternando todo eso con pequeñas escapadas y rupturas en la monotonía que te permiten olvidar el trajín semanal. Así que desde mañana mismo, se abre para mi la veda de los momentos Kit-Kat.
¿Que en qué consisten? En fin, si alguien cree que me dedicaré a ir de balneario en balneario, está muy equivocado. Esta temporada suelo aprovecharla para viajar... a la vez que estoy en cursos de formación (sí, así que el relax es relativo). Aprovecho para irme lejos a un curso un día (por ejemplo un viernes o un sábado), y dedicar el resto del fin de semana a estar con los amigos o visitar ciudades que de otro modo, no podría hacer.

Después de cuadrar fechas, horarios, aviones y trenes... mi mes de marzo consistirá en realizar todo el trabajo de lunes a jueves, para el viernes madrugar, coger el primer avión de la mañana (a esas horas en las que los pilotos todavía tienen las legañas puestas), y volar a la capital; curso hasta el sábado a mediodía... respiro para comer, y quedar con los amigos o familia. El domingo en un avión me volveré para mi casa y tras dormir unas 6 horas vuelta al trabajo... así hasta el siguiente fin de semana.

Así que sí, me pasaré un mes corriendo de un lado para otro, y frecuentando los aeropuertos. Sólo deseo (como tantas otras veces que viajo), que no tenga que sufrir retrasos y demás, y no terminar haciendo la segunda parte de "La Terminal".

Para agilizar todo esto, he pensado en llevarme una maleta con la ropa necesaria para los fines de semana del mes, dejarla en Madrid, y traérmela de vuelta el último día. De este modo, no tendría que preocuparme de facturar, hacer-deshacer 4 semanas la maleta, etc... Simplemente me iría con lo puesto (me lo estudiaré seriamente).

En fin, no sé si llegado el 31 de marzo habré desconectado, perdido las maletas o perdidos 5 kilos de masa corporal con tanto movimiento... Al menos me consuela saber que la semana santa estará ahí al lado (en esos momentos adoraré que nuestro Estado, aún siendo laico, celebre las fiestas del catolicismo conviriténdolas en festivos)

miércoles, 4 de febrero de 2009

Tic-tac-tic-tac

Tic-tac-tic-tac

No me gusta tener una vida preprogramada, pendiente de horarios, corriendo a todos lados: X horas de trabajo, una hora para comer, 5 minutos para el teléfono, quedar con tal o con cual, estar pendiente de las salidas de los demás (fichar, la campana que suena, la alarma...).

Hace años era una persona dependiente del tiempo, era incapaz de vivir sin llevar puesto el reloj que no me quitaba ni para dormir (en parte imagino que por la pereza de tener que ponerlo todas las mañanas). Lo consultaba cada pocos minutos y el día en el que iba sin él me daba la impresión de que el tiempo se pasaba o muy rápido o muy lento, pero no llevaba ese tic-tac constante.

Años más tarde y sin saber muy bien cómo, he conseguido abandonar esa "dependencia" y los relojes han quedado relegados a un cajón. Es posible sobrevivir sin esa maquinita en la muñeca, ya que siempre tendremos una a mano: en el ipod, el teléfono móvil, los termómetros gigantes que hay por las calles, las pantallas del autobús-metro... Sin embargo, yo he encontrado otros "marcadores" que me ayudan a situarme en el tiempo y darme cuenta de si voy con tiempo o con retraso.

Pero... ¿podemos evitar el vivir bajo el yugo de las manecillas de reloj?. Lo cierto es que no, y con alguna excepción lo cierto es que todos estamos en la misma situación. Si tenemos un horario más o menos fijo, nos daremos cuenta como todo lo que se sitúa a nuestro alrededor responde también a un orden, un cómo y un cuándo, es cuestión de prestar atención. Cogemos el transporte todos los días a la misma hora en la misma parada las mismas personas (y años después seguimos sin hablarnos), nos cruzamos en las escaleras dos calles más abajo con el mismo señor (y en función del escalón en el que nos crucemos sé si voy con retraso)...

Por una parte me gustan las rutinas (dan seguridad a mi vida) y me ayudan a predecir lo que vendrá a continuación en vez de dar paso al caos. Sin embargo, en otras ocasiones me veo en la prisión del tiempo. Es ahí cuando desearía poder tirar de la manecilla del reloj para que los segundos dejaran de correr, poder coger aire profundamente y disfrutar.

domingo, 25 de enero de 2009

Recuerdo de Infancia

Un olor, una imagen, un sabor, un tacto o incluso un sonido, cualquiera de nuestros sentidos pueden desatar en cuestión de segundos uno de nuestros recuerdos más profundos y hacernos retroceder muchos años atrás. Los situaciones aparentemente inocuas se aparecen en nuestra mente en una especie de película tecnicolor en la que no solo visualizamos momentos de nuestras vidas, sino que se mezclan también con sentimientos y sensaciones (alegría, tristeza, melancolía…).


Me hace viajar en el tiempo el olor a castañas asadas en la calle durante el invierno, el frío helador que te golpea en la cara y que me lleva hacia los inviernos de Orense (aquellas navidades en familia). Pero sobre todo, echo en falta los sonidos: aquel “clin” metálico que me despertaba los fines de semana (y como me molestaba) de los señores que jugaban a la llave en el parque próximo a mi casa, el “tiruriuuuuu-uuuu” del chiflo de los afiladores; y el organillo de aquellos que venían con una escalera y la cabra.


Hace una semana estando en la habitación oí un ruido familiar. Se trataba de una música con muchos ritmos “prediseñados” y melodía poco elaborada (nada de letra, por supuesto). Y entonces me di cuenta, de que llevaba muchos años sin escuchar este sonido, que en la calle apenas huele a castañas, que el frío ya no es lo que era (por mucho que la gente se asuste estos días), que los afiladores han sido remplazados por esos cuchillos afilados con láser, y que “La generación de la llave” ya no se reúne y sus instalaciones han quedado olvidadas.


Fui corriendo a la ventana aunque no alcancé a ver ni a quienes lo tocaban, ni al pobre animal hecho “artista”. Tampoco estaban en esta estampa la gente asomada en las ventanas desde las que se lanzaban bolas de periódico con monedas en el interior… Y es que con el tiempo, todo cambia.