miércoles, 4 de febrero de 2009

Tic-tac-tic-tac

Tic-tac-tic-tac

No me gusta tener una vida preprogramada, pendiente de horarios, corriendo a todos lados: X horas de trabajo, una hora para comer, 5 minutos para el teléfono, quedar con tal o con cual, estar pendiente de las salidas de los demás (fichar, la campana que suena, la alarma...).

Hace años era una persona dependiente del tiempo, era incapaz de vivir sin llevar puesto el reloj que no me quitaba ni para dormir (en parte imagino que por la pereza de tener que ponerlo todas las mañanas). Lo consultaba cada pocos minutos y el día en el que iba sin él me daba la impresión de que el tiempo se pasaba o muy rápido o muy lento, pero no llevaba ese tic-tac constante.

Años más tarde y sin saber muy bien cómo, he conseguido abandonar esa "dependencia" y los relojes han quedado relegados a un cajón. Es posible sobrevivir sin esa maquinita en la muñeca, ya que siempre tendremos una a mano: en el ipod, el teléfono móvil, los termómetros gigantes que hay por las calles, las pantallas del autobús-metro... Sin embargo, yo he encontrado otros "marcadores" que me ayudan a situarme en el tiempo y darme cuenta de si voy con tiempo o con retraso.

Pero... ¿podemos evitar el vivir bajo el yugo de las manecillas de reloj?. Lo cierto es que no, y con alguna excepción lo cierto es que todos estamos en la misma situación. Si tenemos un horario más o menos fijo, nos daremos cuenta como todo lo que se sitúa a nuestro alrededor responde también a un orden, un cómo y un cuándo, es cuestión de prestar atención. Cogemos el transporte todos los días a la misma hora en la misma parada las mismas personas (y años después seguimos sin hablarnos), nos cruzamos en las escaleras dos calles más abajo con el mismo señor (y en función del escalón en el que nos crucemos sé si voy con retraso)...

Por una parte me gustan las rutinas (dan seguridad a mi vida) y me ayudan a predecir lo que vendrá a continuación en vez de dar paso al caos. Sin embargo, en otras ocasiones me veo en la prisión del tiempo. Es ahí cuando desearía poder tirar de la manecilla del reloj para que los segundos dejaran de correr, poder coger aire profundamente y disfrutar.

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